Programa 1x12
Rendlesham Forest. OVNIS y militares.
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1x13 Evento Tunguska. Enigma en Siberia.
1x12 Rendlesham Forest. OVNIS y militares
1x11 Los OVNIS en la sierra de Madrid
1x10 Los curiosos fuegos de Laroya
1x09 El extraño caso del cabo Valdés
1x08 Las luces de Lubbock
Nuevo elemento
1x07 Crímenes rituales: El exorcismo del Albaicín
1x06 El monstruo de Flatwoods - Hipótesis Feschino
1x05 Las apariciones de Garabandal
1x04 Conspiración y fantasmas en el hotel Corona de Aragón
1x03 "El Ente" ¿Qué hay de cierto?
1x02 Luces, humanoides e infiltrados. Caso Conil.
1x01 El encuentro del vuelo IB-249
HISTÓRICO DE PROGRAMAS
¡Hola, me alegro de verte por aquí! ¡Muchas gracias por volver a visitarme! Como siempre te doy la bienvenida a este pequeño rincón, donde entre libros, documentos, legajos, y cajones llenos de pruebas y objetos asombrosos, repaso junto a ti los más misteriosos sucesos. ¿Vienes con tiempo? Hoy tengo muchas cosas que contarte. Opino que el caso lo merece. Lo siento, he vuelto a escoger ese tema que es mi debilidad. Otra vez los OVNIS. Aunque no creas que te traigo un caso cualquiera. Te quiero hablar del que posiblemente sea uno de los mejor documentados de la ufología europea. Con una serie de implicados, que deberíamos, siguiendo los cánones, de calificar como "testigos de élite". Pues se trata de militares de carrera, de las fuerzas aéreas, teóricamente capacitados para reconocer aeronaves y fenómenos naturales, meteorológicos y astronómicos. Y que conste que, en este caso, quizá eso no tenga demasiada importancia, pues no te quiero hablar de vagas luces en el cielo. Te voy a contar cosas más evidentes y cercanas, como extrañas luces "danzando" entre árboles, e incluso un objeto físico de extrañísima manufactura que uno de estos militares asegura que llegó a tocar. Obviamente, y como siempre, se han dado explicaciones digamos "racionales" al suceso. Algunas podrían servirme, y otras, me parecen más increíbles que la propia presencia de objetos tripulados por alguna inteligencia desconocida. Pero como es habitual en este rincón, yo te lo cuento todo, y tú ya si eso, eliges con qué quedarte. Desde luego, el caso en sí ha dado para libros, documentales, artículos e informes. De los cuales la mayoría están en inglés. Así que, ante todo, espero que mi poco dominio de la lengua de Shakespeare haya podido evitar que, entre mi persona, y las traducciones en ocasiones erráticas de Google, se tergiverse el acontecer de alguno de los sucesos. He de reconocer, que en ocasiones se me ha hecho un poco cuesta arriba el manejo de la documentación. Sobre todo, por la cantidad de jerga militar y el puñetero AYPRTCS. El Afán yanqui Por Resumirlo Todo Con Siglas. Y con esto que te he contado ya voy filtrando pistas: Antes te he dicho que era un caso mítico en la ufología europea; casi toda la documentación al respecto está en inglés, pero a la vez, los testigos eran militares que hablaban en americano. ¿Vas hilando cosas? ¿Quieres más pistas? También te he hablado de luces entre árboles… Eso es porque el suceso tuvo lugar en un bosque. Y no. Aunque era un bosque oscuro e inglés no se trata del Bosque tenebroso de Hogwarts. Se trata de un bosque que se encuentra junto a dos bases militares, cerca de la costa este de Inglaterra. Dos bases que, en plena guerra fría, estaban cedidas al ejército de Estados Unidos bajo los acuerdos de la OTAN. Un bosque en el que durante varias jornadas ocurrieron extraños sucesos que pusieron en jaque la seguridad de esas instalaciones. La base de Bentwaters y la de Woodbridge. Este caso, ha sido conocido como el incidente del bosque de Rendlesham, o el Roswell Británico. Como hay tantas versiones y ramificaciones en el relato de los hechos, he optado por buscar un hilo conductor sobre el que ir añadiendo el resto de las versiones. Y por ello he optado por el relato de uno de los testigos. Se trata de uno de los que ha mantenido un perfil más activo desde que dejó la fuerza aérea en lo que respecta a la divulgación del caso. También consta que se le consideraba un suboficial serio y responsable. Además, es el que me parece, y esto es una apreciación personal, que menos ha buscado sacar rédito personal a los sucesos, por ejemplo, cediendo beneficios en muchos momentos a sociedades benéficas. Además, lo cierto es que nunca se ha inclinado totalmente por la hipótesis extraterrestre. Más adelante veremos por qué. Y como el asunto parece que nos va a llevar un rato, voy a dejarme de prefacios y voy a ir al grano. Así que como siempre, toma asiento mientras te preparo un té caliente. Te servirá para ambientarte. No en vano, el té es a las tradiciones británicas lo que Rendlesham a su ufología. Hoy vamos a viajar unos 110 kilómetros al noreste de Londres, hasta el condado de Suffolk. Allí se encuentran, hoy en día inactivas, dos bases militares que fueron construidas en los años 40 y utilizadas por la fuerza aérea inglesa en la segunda guerra mundial. Se trata de las bases prácticamente gemelas de Bentwaters Y Woodbridge, separadas entre si unos 5 kilómetros, y rodeadas de bosques de pinos, cuya forestación se aumentó durante la guerra para hacerlos más tupidos, e impenetrables, manteniendo la discreción en las maniobras militares que se llevaban a cabo en ellas. Ya en 1951, dichas bases fueron transferidas a la USAF, la fuerza aérea de estados unidos, dentro de los tratados de la OTAN, debido a la amenaza soviética durante la guerra fría. A partir de 1958 se consideraron una sola unificándose y se estableciéndose como la base del 81 ala de bombarderos. Las bases fueron devueltas al ministerio de defensa británico en 1993, después de la caída del muro de Berlín en el 92. En 1980 la guerra fría se encontraba en un punto álgido, y aunque oficialmente esto no era posible, debido a que no entraba dentro de los acuerdos con el Reino Unido, se dice que, en realidad, en la base de Bentwaters había un verdadero arsenal de armas nucleares dispuestas para ser utilizadas en caso necesario contra el bloque del este. Este rumor, hacía que habitualmente grupos antinucleares se manifestaran antes sus puertas. Otro riesgo para la seguridad de las bases era la actividad de grupos terroristas como el IRA, el Baader-Meinhof, la brigada roja, septiembre negro… que podían estar interesados en acceder a las bases, bien para efectuar robos o posibles ataques. El Sargento del Estado Mayor Jim Penniston fue designado en junio de 1980, cuando contaba 25 años, como Supervisor de Área y Supervisor de seguridad de la USAF en la base de Woodbridge después de 7 años de brillante carrera dentro de las fuerzas aéreas. Y en ese cargo llegó al primer día de los sucesos que nos traen a esta charla: Situémonos en el atardecer del 25 de enero. La tarde del día de Navidad. Como supervisor de seguridad de la base de Woodbridge, Jim Penniston organizó la guardia del turno de noche. Parte de su trabajo consistía en que antes de partir desde Bentwaters hasta Woodbridge, todos los participantes en la guardia fuesen revisados para ver si estaban en condiciones de cumplir con su deber y debidamente equipados, así como de organizar la transferencia de turno y facilitar la información de seguridad necesaria a los hombres a su cargo. Aunque normalmente el equipo de turno estaba formado por doce personas, esa noche contaban con la presencia de dos nuevas incorporaciones. En caso necesario la Policia Militar, que no se encargaban de la vigilancia de la base, sino que era una "fuerza del orden", podía apoyar los requerimientos del cuerpo de seguridad. Una vez organizada la guardia, el grupo se dispuso a desplazarse desde Bentwaters a Woodbridge en un Metro, que era un vehículo cerrado que podía transportar a veinte personas, diez en una fila a la izquierda y diez en una fila a la derecha. Además, el Metro se utilizaba para esconder de miradas curiosas lo que se transportaba entre las bases. Había una pequeña pista pavimentada que en unos 6 kilómetros comunicaba la puerta trasera de la base de Bentwaters llamada Butley Gate con la puerta conocida como "puerta Este" de la base de Woodbridge. Esta era utilizada por el servicio de seguridad, que nunca se desplazaba por la carretera principal. Woodbridge tenía dos áreas restringidas de parking de aviones. Es fácil hacerse una idea si visitas el sitio desde Google Maps. Una de ellas junto a la puerta Este, el área Delta, y la otra cerca de la zona de bomberos, el área Charlie. Al encontrarse en fechas navideñas, la mayoría de las aeronaves se encontraban dentro de los hangares. Cada área restringida tenía un controlador de entrada y un equipo de respuesta a alertas. Con el personal distribuido, Jim Penniston procedió a realizar el cambio de turno con su homólogo saliente. Verificó el equipamiento del Jeep CJ-5 que utilizaría esa noche. Tras ponerse en contacto con el CSC, el centro de control de seguridad en la base de Bentwaters, solicitó que dieran autorización para el relevo de comidas a las patrullas y puestos, una vez que realizasen sus rondas de control en las zonas restringidas. Una vez hecho esto, Penniston, con el indicativo "Seguridad 8" se dispuso a verificar el perímetro de la base. La noche se avecinaba fría, aunque con el cielo despejado. Pasadas las 23:30, escuchó a "Seguridad 6", el Sargento McCulley, comunicando al centro de control que había realizado las labores correspondientes y avisando de que iban a cenar y solicitando un encuentro con "Seguridad 8". En el punto asignado se encontró con el vehículo que conducía McCulley, y en el que se hallaban también el aviador de primera Clase O'Hare y uno de los nuevos, el recién asignado aviador de primera clase (A1C) Edward Cabansag . Penniston y McCulley acordaron encontrarse en 5 minutos en el comedor. Cuando McCulley llegó, Jim Penniston ya había recogido su comida en la fila y se había sentado en una mesa. Mac, como se le conocía en confianza, preguntó a Jim si había oído la llamada por radio del Centro de Control. Jim no la había escuchado. Pero el Sargento Dillard, al cargo de las comunicaciones por radio del CSC, le había pedido que contactara con el Centro por línea telefónica de inmediato. Jim se levantó de la mesa y realizó esa llamada desde el teléfono del comedor. Le atendió el Sargento Dave Coffey, que le indicó que no le daría más detalles por teléfono, pero que el teniente Buran, que comandaba el turno de noche, quería que se dirigiese sin dilación a la puerta este, donde le esperaban "Policía 2" y "Policía 4", que tenían una cuasi emergencia. Que fuese sin sirena y que cualquier comunicación necesaria la realizase por línea telefónica y no por radio. Jim informó a McCulley, y este le dijo que no podía acompañarle, pues tenía que ir al Área Restringida Delta, pero que después se pasaría por la puerta este. Cuando Jim Penniston llegó a la puerta Este a las 12:06 de la noche, se encontró allí con el aviador de primera clase John Burroughs y el sargento Bud Steffens, que llevaba 3 meses en la base y era el responsable del personal encargado de proteger la ley en el perímetro. El supervisor de seguridad lo ignoraba, pero los dos policías acababan de experimentar algo sumamente extraño: Habían estado realizando su ronda por el perímetro de la base montados en un vehículo, y habían llegado hasta la puerta Este, que, al ser una puerta de servicio, los fines de semana y festivos permanecía cerrada y sin vigilancia específica. Entonces Steffens señaló a Burroughs para que observase unas extrañas luces que acababa de ver sobre el bosque de Rendlesham. Más allá de la valla de la puerta. Unos metros por encima de unos altos pinos. Una masa de luces rojas, verdes, azules, y blancas que descendían sobre el perfil del bosque y lo iluminaban. Ante lo extraño de la situación, Steffens preguntó a Burroughs si alguna vez había visto eso en el bosque. Este, que llevaba más tiempo en la base, le dijo que no. Que aquello no era ni medianamente normal. A continuación llevaron a cabo algo que bien los pudo llevar a un conflicto diplomático. Ante lo extraño e hipnótico de la situación, optaron por abrir la puerta este y acercarse a investigar. Hay que recordar que eran fuerzas estadounidenses en terreno británico. Por lo que salir armados de su base podía ser percibido como una ofensa. No estaban dispuestos a dejar sus armas apoyadas en un árbol dentro de la base, y querían averiguar qué estaba pasando. Así que, sin siquiera solicitar autorización, Steffens pidió a Burroughs que abriese la puerta. Los hombres avanzaron con el vehículo unos 600 o 650 metros, hasta llegar a un cruce, en el que estacionaron el vehículo. Siguiendo los protocolos, Steffens giró el vehículo antes de aparcar, en previsión de que tuviesen que salir de allí a todo correr. Descendieron del jeep, y desde ahí pudieron observar en el interior del bosque, además de la luminosidad de colores, una potente luz blanca que se acercaba lentamente en su dirección. Burroughs llegó a tener la sensación de que algo malo podía ocurrir. Decidieron que ya habían visto lo suficiente como para ponerlo en conocimiento de sus superiores. Por seguridad, en lugar de hacerlo por radio, de forma que su conversación pudiese ser intervenida, decidieron volver hasta la puerta este, y contactar con el puesto de mando por teléfono. Durante el camino Burroughs volteó la cabeza en alguna ocasión, y pudo ver la luz blanca moviéndose por el camino hacia ellos. Al llegar a la base, Burroughs corrió a la garita que ocupaba el centinela cuando la puerta se encontraba abierta y descolgó el teléfono. El sargento McCabe, escuchó incrédulo el informe sobre las luces en el bosque, dado el historial bromista de Burroughs, y consultó a la base inglesa de Bawdsey y a la torre del aeropuerto de Heathrow si habían visto algo en el radar. Ante la respuesta negativa, informó a Burroughs, que insistió en que algo había aterrizado en el bosque, y se acercaba al perímetro de la base. McCabe no dio credibilidad a lo que escuchaba hasta que habló con Steffens, que corroboró las palabras de Burroughs. Entonces se puso en marcha la acción del CSC, y Jim Penniston fue llamado a la puerta Este. Al llegar allí se encontró a los dos policías militares en un estado de excitación y ansiedad. Al preguntarles qué estaba pasando, ellos le señalaron hacia el bosque. Entonces pudo ver el resplandor de luz sobre las copas de los árboles. Luces anaranjadas, amarillas, rojas, azuladas, … También una luz roja parpadeaba más a nivel del suelo, y otra azul por debajo de esta. Su primera conclusión fue que se trataba de un avión accidentado. Aunque no se veía humo ni olía a quemado, esos colores eran consecuentes con los colores del titanio y el combustible de avión JP4 ardiendo. Quizá un avión se había estrellado, aunque que él supiera, no había vuelos programados. Penniston les preguntó a si habían oído algún tipo de explosión. A lo cual Steffens le aclaró que no. Que aquello no había chocado ni explotado, sino que había aterrizado. Tampoco les había parecido un helicóptero. Tras dar vueltas a esas ideas, Borroughs acabó diciendo: Creo que un OVNI acaba de aterrizar en el bosque. Jim Penniston decidió entonces llamar al Sargento Mayor Chandler, en el CSC, pues él era el jefe de vuelo de las bases gemelas de Bentwaters y Woodbridge. Descolgó el teléfono de la garita de la puerta y a los pocos instantes tenía al aparato al Sargento Mayor Chandler, al controlador Sargento Coffey, al Sargento de comunicaciones Dillard, y al teniente Buran, comandante de turno esa noche. Considerando improbable la veracidad de que aquello simplemente hubiese "aterrizado", les planteó que sospechaba que un avión había caído en el bosque, y solicitó autorización para ir a investigar. Chandler le pidió que esperase mientras realizaban algunas comprobaciones. En breve, Penniston recibió la información de que no había previsión de vuelo de aeronaves en la zona, y todos los aviones de la base estaban en tierra y contabilizados. Coffey añadió que la torre de control de Bentwaters había contactado con la base del ejército inglés de Bawdsey, a unos 12 kilómetros, y que en su radar habían situado momentáneamente una señal no identificada a unos 4 km de Bentwaters, pero que habían perdido contacto con ella hacía unos 15 minutos, cerca de la base de Woodbridge. Menos de un minuto después, el teniente Buran recibía permiso del Puesto de Mando y del comandante de la base, el coronel Ted Conrad, para investigar lo que oficialmente podría ser un avión que se había estrellado en el bosque de Rendlesham. Penniston sacó su cuaderno y anotó la hora: 12:20. En ese momento llegaron a la puerta Este el sargento McCulley y los aviadores O'hare y Cabansag Penniston tenía orden de llevarse a dos hombres, uno de ellos policía. Ante las evidentes pocas ganas de Steffens de volver a internarse en el bosque, Penniston seleccionó a Burroughs y a Cabansag. Como no eran necesarias las armas en caso de accidente, para evitar la violación de los acuerdos con Gran Bretaña, dejaron sus revólveres bajo custodia de McCulley y Steffens. Los tres hombres subieron en el Jeep y se adentraron en el bosque y a medida que se iban alejando de la base, apreciaron que la señal de la radio se debilitaba. Lo achacaron a la atenuación de la señal por la distancia, los árboles y las condiciones atmosféricas. Las luces continuaban en el bosque, y sabiendo que llegar hasta ellas en el jeep sería imposible, dejaron el vehículo en una zona de campo abierto en la que podrían situarse también los equipos de emergencia cuando llegasen. Se habían alejado unos 700 metros de la puerta este de la base. Penniston comunicó por radio con el CSC, para concretarles la zona donde debía ser ubicado el puesto de control de entrada de los equipos de emergencia, y la zona donde parecía encontrarse el avión accidentado. Burroughs seguía refunfuñando diciendo que aquello no era un avión. Cogieron las dos linternas y la cámara fotográfica del kit de accidentes del jeep. Burroughs se quedó con una linterna, y Penniston con la otra y la cámara. Habían avanzado unos 250 metros cruzando el campo abierto desde el lugar donde habían aparcado, y faltaban unos 50 para llegar a la línea de árboles donde comenzaba nuevamente el bosque donde se veían las luces. Burroughs iba murmurando sobre el movimiento de las luces, que parecían deslizarse entre los árboles. Penniston estaba indicando que probablemente sería un efecto óptico debido a su propio movimiento cuando la radio volvió a emitir interferencias. Jim contaba con que esto podía ocurrir, y sabía que tendría que dejar allí a uno de los hombres para hacer de radioenlace, pues la distancia con la base era mucha para sus sencillas radios motorola. Cabansag era el novato y tenía menos experiencia, así que fue enviado de vuelta al jeep para ejercer de enlace de comunicaciones. Le explicaron que, si la señal se volvía a debilitar, debía notificarlo para que Burroughs se quedara como siguiente radioenlace. Si había que seguir más allá, la comunicación ente Burroughs y Penniston tendría que ser la que alcanzara su voz, pues no tenían otra radio operativa. Antes de continuar, el Sargento tomó nota de la hora y de las decisiones que había tomado. Los dos hombres continuaron hacia los árboles, y una vez que se adentraron en estos, avanzaron separados unos 5 metros para abarcar más espacio. Entonces comenzaron a tener una sensación extraña. Como si el ambiente estuviese cargado de electricidad estática. Con el vello y el pelo erizados, y con una sensación de hormigueo en el cuerpo. Calcularon que la luz se encontraba a unos 400 metros. Una especie de "efecto de distorsión en el tiempo", como si fuesen caminando en el agua, como si estuviesen desorientados, fue haciéndose cada vez más fuerte. A medida que avanzaban la intensidad de la luz iba aumentando, hasta el punto de tener que entrecerrar los ojos. Dentro de la gran luminosidad blanca amarillenta, había puntos rojos, naranjas y azules, que se movían, se paraban, parpadeaban, … No había ruidos, salvo los de los animales del bosque, que parecían especialmente agitados, como asustados por algo. Entonces escucharon pájaros alzar el vuelo, y el suelo vibró levemente. Ciervos y otros animales escaparon en dirección contraria a la que ellos avanzaban . Era la 1:00 y se encontraban a unos 50 metros de su objetivo. Parecía haber una especie de cúpula luminosa de un blanco cálido, con una luz roja encima y una luminosidad azulada por debajo. A medida que avanzaban parecía que la luz se atenuaba o se acostumbraban a ella, y pudieron ver que formaba una especie de burbuja que rodeaba un objeto oscuro que se encontraba sobre el suelo. Ya comenzaba a ser evidente que Burroughs tenía razón y aquello no era un avión estrellado. Aun así, este no hacía más que repetirlo, y maldecía en estado casi de pánico. Penniston transmitió todo esto a Cabansag pero la comunicación no era fácil, estaba llena de ruidos de estática y pareció que finalmente se perdía. Pensando en el estado de pánico del aviador y en que acercarse más implicaría la pérdida total de la señal de radio, le dijo a Burroughs que se quedara adonde estaba y continuó avanzando. Quién sabe si porque no entendió lo que le decía, o desobedeciendo una orden directa, continuó tras él por un terreno cada vez más irregular. Estaban atrincherados en una zanja, cuando Penniston tomo el rostro ausente de Burroughs entre sus manos y le dijo: ¡Quédate aquí, necesito el enlace por radio! Avanzó todo lo discretamente que pudo, hasta que se halló a unos 5 metros de aquello que venían buscando. Era efectivamente un objeto oscuro rodeado por una burbuja de luz. La presencia de Penniston debió tener algún efecto en él, pues repentinamente se iluminó con un fuerte destello, que hizo que instintivamente ante el riesgo de una explosión, Jim echase cuerpo a tierra en una zanja a su lado. El cegador destello, tal como vino, se fue, y abrumado, Penniston se levantó y salió de la zanja y se acercó al objeto, entrando en el interior de la cúpula luminosa. Entonces, al cruzar esa especie de campo de energía, pudo ver claramente lo que había en su interior. Una nave con planta triangular, negra, con distintas luces que se movían y desvanecían bajo la superficie. De unos 3 metros de largo y algo más de dos metros de alto. En su parte superior, de formas redondeadas, tenía una especie de saliente, como si fuese una especie de "aleta dorsal" Dentro de la cúpula, que se extendía unos 3 metros alrededor del objeto, no se escuchaba ningún ruido. Miró hacia el exterior y pudo observar a Burroughs, que se encontraba de pie, junto a la cúpula, con la mirada perdida en el frente los brazos caídos a los lados del cuerpo e inmóvil. Le llamó, pero este no reaccionó a los gritos. Penniston desconocía si era consciente o no, o si se encontraba paralizado por el miedo o por algo externo. Pero temió que, si esa inmovilidad era fruto de algún tipo de defensa por parte de aquel objeto, quizá él podía acabar en el mismo estado. Apartando esto de su mente, se centró en su misión, en pos de la defensa de la seguridad de la base. Intentó comunicar por radio, informando de que aquello no era un avión estrellado, pero no obtuvo respuesta. En realidad, estaba solo ante el peligro, pues según el protocolo, hasta que no pudiese confirmar si aquel desconocido objeto suponía una amenaza en sí mismo o simplemente era un señuelo destinado a distraer la atención lejos de la base, dejándola vulnerable, el centro de control no movería ficha. Volvió a centrar su atención en aquel extraño objeto y en la extraña danza de luces de colores que parecía sucederse bajo su lisa y negra superficie. El efecto de aquellas luces podía compararse al de las lámparas de lava. La intensidad de la cúpula luminosa parecía que iba suavizándose, pero no era fácil saber de dónde provenía esa luz, pues aquella supuesta nave no tenía ningún tipo de foco exterior. Recordó que llevaba consigo la cámara de fotos cargada con un carrete de 36 imágenes en blanco y negro. La sensación de efectos electrostáticos, de distorsión temporal y de amenaza no cesaban. De hecho, empeoraban. Por lo que imprudentemente, con el deseo de acabar con aquello lo antes posible, disparó toda la película. Tras acabar con el carrete, guardó la cámara en su bolsillo y sacó su cuaderno y su bolígrafo para tomar notas. El espectáculo de luces en el interior del objeto también iba cesando, así que podía observar con más detalle la superficie de aquella máquina. Brillante, lisa y suave, reflejaba lo que la rodeaba como un espejo oscuro. Tenía bordes redondeados y pulidos. Aquello, lo que estaba viendo, todas esas sensaciones que le provocaba: Esa especie de carga electrostática en el ambiente. Esa sensación de que el tiempo se arrastraba lentamente en lugar de discurrir con normalidad, y que hacía que cualquier movimiento fuese toda una odisea. Todo era tan irreal que no tenía forma de aplicarlo a nada reconocible. Dirigió su mirada a Burroughs, pero ya no estaba, o por lo menos él no lo veía. Quizá se debiera a que la luminosidad que el aparato emitía a su alrededor había disminuido y su compañero había quedado en penumbra. Entonces sintió que la sensación de distorsión temporal también iba cesando, y moverse le costaba menos. Además, el movimiento de luces bajo la superficie del objeto se había paralizado. La especie de cúpula que rodeaba el objeto seguía ahí, y la sensación de silencio también. Pero daba la impresión de que aquello que tenía toda la pinta de ser una nave, se estuviese apagando. Penniston se concentró nuevamente en la estructura del objeto. Se agachó para intentar ver su parte inferior, y no pudo observar nada equiparable a un tren de aterrizaje. Tampoco encontró elementos como salidas o admisión de gases, ni puertas, ni elementos de control de la navegación como flaps, timones, … Ni siquiera un triste remache o tornillo. Simplemente era incapaz de definir como estaba construido aquel objeto, ni mucho menos como se había propulsado hasta allí. Lo único que le resultaba vagamente familiar era un olor como a metal caliente. Aunque por el tamaño del objeto, supuso que no estaba tripulado, pues era bastante más pequeño que cualquier aeronave que conociese, intuyó que había una inteligencia detrás de él. ¿Cómo si no, se había movido entre los árboles consiguiendo aterrizar sin sufrir ni un solo arañazo? Caminando alrededor de aquella aeronave también dirigió la mirada al exterior de la burbuja, y en la penumbra pudo ver que la silueta de Burroughs seguía allí. Congelada. Entonces, tras reunir el valor suficiente, decidió adelantar una mano y tocar aquel artefacto. La superficie, era lisa y dura como el vidrio. Y al pasar los dedos sobre ese material, sintió una suave y constante descarga eléctrica que le subía hasta el antebrazo. Una corriente que volvía a general efectos electrostáticos en su ropa y sus cabellos. La temperatura era cálida, unos 5 o 10 grados por encima de la temperatura ambiente. Viendo que no ocurría nada grave, apoyó la segunda mano, y trató de empujar el objeto, pero era pesado, y no se movió. Ante esto, se volvió a agachar para revisar con más detalle la parte inferior de la supuesta aeronave. Como antes se había percatado, no disponía de tren de aterrizaje. Pero se dio cuenta de que contaba con algo más alucinante. Observó que había tres marcas que hendían el suelo justo donde unos rayos de luz que salían de la base del objeto incidían en la tierra. ¿Acaso estaba descansando el peso de aquel artefacto sobre tres haces de luz? Lamentó haber gastado todo el carrete fotográfico en tomas generales de la nave, pues aquel detalle bien merecía la pena ser fotografiado. Probó a intentar un nuevo contacto por radio, pero fue imposible. Tras esto, se percató de algo de lo que no se había dado cuenta hasta el momento. En el lado izquierdo, al frente del objeto había unas marcas. Dadas las circunstancias se hubiese alegrado de identificarlas, fuesen de la NASA, de las fuerzas aéreas inglesas, o incluso de las rusas… Pero no. Aquellas marcas no le resultaban conocidas, y ni siquiera eran letras. Se trataba de una hilera de 5 símbolos, que ocupaban un espacio de unos 60 cm de largo por 8 de alto, y un símbolo suelto, más grande, sobre esta línea. Aunque a un primer vistazo le recordaron a jeroglíficos egipcios, se dio cuenta de que tenían un aspecto más moderno y técnico. Pero le resultaban indescifrables. Nuevamente, lamentó haber desperdiciado el carrete fotográfico, y se dispuso, intentando controlar el temblor que le provocaba el nerviosismo, a copiar en su cuaderno aquellas inscripciones grabadas sobre la superficie del objeto. Tras dibujarlos, miró su reloj y vio que marcaba las 2:30. Sintió confusión. Tenía la sensación de que llevaba 20 o como mucho 30 minutos revisando aquel artefacto. Pero según su reloj habían pasado una hora y 15 minutos desde la última vez que lo había mirado. Nuevamente acarició la superficie de la nave. Quería comprobar la textura de aquellos símbolos. Tenían el mismo color del resto de la superficie, y entendió que por eso no los había visto antes. Pero al tacto se veían como grabados. Con un relieve áspero, como de lija. Repasó con los dedos los trazos que formaban los símbolos. El primero una especie de yunque de herrero. El segundo recordaba a una especie de silueta de pájaro. El tercero recordaba a dos tés colocadas una encima de la otra, y sobre estas, otra línea vertical coronada con un triángulo. El cuarto podría representar una figura antropomorfa. El quinto y último de la fila se veía como el perfil de un cubo con una especie de cúpula en su parte superior.
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¡Hola, me alegro de verte por aquí! ¡Muchas gracias por volver a visitarme! Como siempre te doy la bienvenida a este pequeño rincón, donde entre libros, documentos, legajos, y cajones llenos de pruebas y objetos asombrosos, repaso junto a ti los más misteriosos sucesos. ¿Vienes con tiempo? Hoy tengo muchas cosas que contarte. Opino que el caso lo merece. Lo siento, he vuelto a escoger ese tema que es mi debilidad. Otra vez los OVNIS. Aunque no creas que te traigo un caso cualquiera. Te quiero hablar del que posiblemente sea uno de los mejor documentados de la ufología europea. Con una serie de implicados, que deberíamos, siguiendo los cánones, de calificar como "testigos de élite". Pues se trata de militares de carrera, de las fuerzas aéreas, teóricamente capacitados para reconocer aeronaves y fenómenos naturales, meteorológicos y astronómicos. Y que conste que, en este caso, quizá eso no tenga demasiada importancia, pues no te quiero hablar de vagas luces en el cielo. Te voy a contar cosas más evidentes y cercanas, como extrañas luces "danzando" entre árboles, e incluso un objeto físico de extrañísima manufactura que uno de estos militares asegura que llegó a tocar. Obviamente, y como siempre, se han dado explicaciones digamos "racionales" al suceso. Algunas podrían servirme, y otras, me parecen más increíbles que la propia presencia de objetos tripulados por alguna inteligencia desconocida. Pero como es habitual en este rincón, yo te lo cuento todo, y tú ya si eso, eliges con qué quedarte. Desde luego, el caso en sí ha dado para libros, documentales, artículos e informes. De los cuales la mayoría están en inglés. Así que, ante todo, espero que mi poco dominio de la lengua de Shakespeare haya podido evitar que, entre mi persona, y las traducciones en ocasiones erráticas de Google, se tergiverse el acontecer de alguno de los sucesos. He de reconocer, que en ocasiones se me ha hecho un poco cuesta arriba el manejo de la documentación. Sobre todo, por la cantidad de jerga militar y el puñetero AYPRTCS. El Afán yanqui Por Resumirlo Todo Con Siglas. Y con esto que te he contado ya voy filtrando pistas: Antes te he dicho que era un caso mítico en la ufología europea; casi toda la documentación al respecto está en inglés, pero a la vez, los testigos eran militares que hablaban en americano. ¿Vas hilando cosas? ¿Quieres más pistas? También te he hablado de luces entre árboles… Eso es porque el suceso tuvo lugar en un bosque. Y no. Aunque era un bosque oscuro e inglés no se trata del Bosque tenebroso de Hogwarts. Se trata de un bosque que se encuentra junto a dos bases militares, cerca de la costa este de Inglaterra. Dos bases que, en plena guerra fría, estaban cedidas al ejército de Estados Unidos bajo los acuerdos de la OTAN. Un bosque en el que durante varias jornadas ocurrieron extraños sucesos que pusieron en jaque la seguridad de esas instalaciones. La base de Bentwaters y la de Woodbridge. Este caso, ha sido conocido como el incidente del bosque de Rendlesham, o el Roswell Británico. Como hay tantas versiones y ramificaciones en el relato de los hechos, he optado por buscar un hilo conductor sobre el que ir añadiendo el resto de las versiones. Y por ello he optado por el relato de uno de los testigos. Se trata de uno de los que ha mantenido un perfil más activo desde que dejó la fuerza aérea en lo que respecta a la divulgación del caso. También consta que se le consideraba un suboficial serio y responsable. Además, es el que me parece, y esto es una apreciación personal, que menos ha buscado sacar rédito personal a los sucesos, por ejemplo, cediendo beneficios en muchos momentos a sociedades benéficas. Además, lo cierto es que nunca se ha inclinado totalmente por la hipótesis extraterrestre. Más adelante veremos por qué. Y como el asunto parece que nos va a llevar un rato, voy a dejarme de prefacios y voy a ir al grano. Así que como siempre, toma asiento mientras te preparo un té caliente. Te servirá para ambientarte. No en vano, el té es a las tradiciones británicas lo que Rendlesham a su ufología. Hoy vamos a viajar unos 110 kilómetros al noreste de Londres, hasta el condado de Suffolk. Allí se encuentran, hoy en día inactivas, dos bases militares que fueron construidas en los años 40 y utilizadas por la fuerza aérea inglesa en la segunda guerra mundial. Se trata de las bases prácticamente gemelas de Bentwaters Y Woodbridge, separadas entre si unos 5 kilómetros, y rodeadas de bosques de pinos, cuya forestación se aumentó durante la guerra para hacerlos más tupidos, e impenetrables, manteniendo la discreción en las maniobras militares que se llevaban a cabo en ellas. Ya en 1951, dichas bases fueron transferidas a la USAF, la fuerza aérea de estados unidos, dentro de los tratados de la OTAN, debido a la amenaza soviética durante la guerra fría. A partir de 1958 se consideraron una sola unificándose y se estableciéndose como la base del 81 ala de bombarderos. Las bases fueron devueltas al ministerio de defensa británico en 1993, después de la caída del muro de Berlín en el 92. En 1980 la guerra fría se encontraba en un punto álgido, y aunque oficialmente esto no era posible, debido a que no entraba dentro de los acuerdos con el Reino Unido, se dice que, en realidad, en la base de Bentwaters había un verdadero arsenal de armas nucleares dispuestas para ser utilizadas en caso necesario contra el bloque del este. Este rumor, hacía que habitualmente grupos antinucleares se manifestaran antes sus puertas. Otro riesgo para la seguridad de las bases era la actividad de grupos terroristas como el IRA, el Baader-Meinhof, la brigada roja, septiembre negro… que podían estar interesados en acceder a las bases, bien para efectuar robos o posibles ataques. El Sargento del Estado Mayor Jim Penniston fue designado en junio de 1980, cuando contaba 25 años, como Supervisor de Área y Supervisor de seguridad de la USAF en la base de Woodbridge después de 7 años de brillante carrera dentro de las fuerzas aéreas. Y en ese cargo llegó al primer día de los sucesos que nos traen a esta charla: Situémonos en el atardecer del 25 de enero. La tarde del día de Navidad. Como supervisor de seguridad de la base de Woodbridge, Jim Penniston organizó la guardia del turno de noche. Parte de su trabajo consistía en que antes de partir desde Bentwaters hasta Woodbridge, todos los participantes en la guardia fuesen revisados para ver si estaban en condiciones de cumplir con su deber y debidamente equipados, así como de organizar la transferencia de turno y facilitar la información de seguridad necesaria a los hombres a su cargo. Aunque normalmente el equipo de turno estaba formado por doce personas, esa noche contaban con la presencia de dos nuevas incorporaciones. En caso necesario la Policia Militar, que no se encargaban de la vigilancia de la base, sino que era una "fuerza del orden", podía apoyar los requerimientos del cuerpo de seguridad. Una vez organizada la guardia, el grupo se dispuso a desplazarse desde Bentwaters a Woodbridge en un Metro, que era un vehículo cerrado que podía transportar a veinte personas, diez en una fila a la izquierda y diez en una fila a la derecha. Además, el Metro se utilizaba para esconder de miradas curiosas lo que se transportaba entre las bases. Había una pequeña pista pavimentada que en unos 6 kilómetros comunicaba la puerta trasera de la base de Bentwaters llamada Butley Gate con la puerta conocida como "puerta Este" de la base de Woodbridge. Esta era utilizada por el servicio de seguridad, que nunca se desplazaba por la carretera principal. Woodbridge tenía dos áreas restringidas de parking de aviones. Es fácil hacerse una idea si visitas el sitio desde Google Maps. Una de ellas junto a la puerta Este, el área Delta, y la otra cerca de la zona de bomberos, el área Charlie. Al encontrarse en fechas navideñas, la mayoría de las aeronaves se encontraban dentro de los hangares. Cada área restringida tenía un controlador de entrada y un equipo de respuesta a alertas. Con el personal distribuido, Jim Penniston procedió a realizar el cambio de turno con su homólogo saliente. Verificó el equipamiento del Jeep CJ-5 que utilizaría esa noche. Tras ponerse en contacto con el CSC, el centro de control de seguridad en la base de Bentwaters, solicitó que dieran autorización para el relevo de comidas a las patrullas y puestos, una vez que realizasen sus rondas de control en las zonas restringidas. Una vez hecho esto, Penniston, con el indicativo "Seguridad 8" se dispuso a verificar el perímetro de la base. La noche se avecinaba fría, aunque con el cielo despejado. Pasadas las 23:30, escuchó a "Seguridad 6", el Sargento McCulley, comunicando al centro de control que había realizado las labores correspondientes y avisando de que iban a cenar y solicitando un encuentro con "Seguridad 8". En el punto asignado se encontró con el vehículo que conducía McCulley, y en el que se hallaban también el aviador de primera Clase O'Hare y uno de los nuevos, el recién asignado aviador de primera clase (A1C) Edward Cabansag . Penniston y McCulley acordaron encontrarse en 5 minutos en el comedor. Cuando McCulley llegó, Jim Penniston ya había recogido su comida en la fila y se había sentado en una mesa. Mac, como se le conocía en confianza, preguntó a Jim si había oído la llamada por radio del Centro de Control. Jim no la había escuchado. Pero el Sargento Dillard, al cargo de las comunicaciones por radio del CSC, le había pedido que contactara con el Centro por línea telefónica de inmediato. Jim se levantó de la mesa y realizó esa llamada desde el teléfono del comedor. Le atendió el Sargento Dave Coffey, que le indicó que no le daría más detalles por teléfono, pero que el teniente Buran, que comandaba el turno de noche, quería que se dirigiese sin dilación a la puerta este, donde le esperaban "Policía 2" y "Policía 4", que tenían una cuasi emergencia. Que fuese sin sirena y que cualquier comunicación necesaria la realizase por línea telefónica y no por radio. Jim informó a McCulley, y este le dijo que no podía acompañarle, pues tenía que ir al Área Restringida Delta, pero que después se pasaría por la puerta este. Cuando Jim Penniston llegó a la puerta Este a las 12:06 de la noche, se encontró allí con el aviador de primera clase John Burroughs y el sargento Bud Steffens, que llevaba 3 meses en la base y era el responsable del personal encargado de proteger la ley en el perímetro. El supervisor de seguridad lo ignoraba, pero los dos policías acababan de experimentar algo sumamente extraño: Habían estado realizando su ronda por el perímetro de la base montados en un vehículo, y habían llegado hasta la puerta Este, que, al ser una puerta de servicio, los fines de semana y festivos permanecía cerrada y sin vigilancia específica. Entonces Steffens señaló a Burroughs para que observase unas extrañas luces que acababa de ver sobre el bosque de Rendlesham. Más allá de la valla de la puerta. Unos metros por encima de unos altos pinos. Una masa de luces rojas, verdes, azules, y blancas que descendían sobre el perfil del bosque y lo iluminaban. Ante lo extraño de la situación, Steffens preguntó a Burroughs si alguna vez había visto eso en el bosque. Este, que llevaba más tiempo en la base, le dijo que no. Que aquello no era ni medianamente normal. A continuación llevaron a cabo algo que bien los pudo llevar a un conflicto diplomático. Ante lo extraño e hipnótico de la situación, optaron por abrir la puerta este y acercarse a investigar. Hay que recordar que eran fuerzas estadounidenses en terreno británico. Por lo que salir armados de su base podía ser percibido como una ofensa. No estaban dispuestos a dejar sus armas apoyadas en un árbol dentro de la base, y querían averiguar qué estaba pasando. Así que, sin siquiera solicitar autorización, Steffens pidió a Burroughs que abriese la puerta. Los hombres avanzaron con el vehículo unos 600 o 650 metros, hasta llegar a un cruce, en el que estacionaron el vehículo. Siguiendo los protocolos, Steffens giró el vehículo antes de aparcar, en previsión de que tuviesen que salir de allí a todo correr. Descendieron del jeep, y desde ahí pudieron observar en el interior del bosque, además de la luminosidad de colores, una potente luz blanca que se acercaba lentamente en su dirección. Burroughs llegó a tener la sensación de que algo malo podía ocurrir. Decidieron que ya habían visto lo suficiente como para ponerlo en conocimiento de sus superiores. Por seguridad, en lugar de hacerlo por radio, de forma que su conversación pudiese ser intervenida, decidieron volver hasta la puerta este, y contactar con el puesto de mando por teléfono. Durante el camino Burroughs volteó la cabeza en alguna ocasión, y pudo ver la luz blanca moviéndose por el camino hacia ellos. Al llegar a la base, Burroughs corrió a la garita que ocupaba el centinela cuando la puerta se encontraba abierta y descolgó el teléfono. El sargento McCabe, escuchó incrédulo el informe sobre las luces en el bosque, dado el historial bromista de Burroughs, y consultó a la base inglesa de Bawdsey y a la torre del aeropuerto de Heathrow si habían visto algo en el radar. Ante la respuesta negativa, informó a Burroughs, que insistió en que algo había aterrizado en el bosque, y se acercaba al perímetro de la base. McCabe no dio credibilidad a lo que escuchaba hasta que habló con Steffens, que corroboró las palabras de Burroughs. Entonces se puso en marcha la acción del CSC, y Jim Penniston fue llamado a la puerta Este. Al llegar allí se encontró a los dos policías militares en un estado de excitación y ansiedad. Al preguntarles qué estaba pasando, ellos le señalaron hacia el bosque. Entonces pudo ver el resplandor de luz sobre las copas de los árboles. Luces anaranjadas, amarillas, rojas, azuladas, … También una luz roja parpadeaba más a nivel del suelo, y otra azul por debajo de esta. Su primera conclusión fue que se trataba de un avión accidentado. Aunque no se veía humo ni olía a quemado, esos colores eran consecuentes con los colores del titanio y el combustible de avión JP4 ardiendo. Quizá un avión se había estrellado, aunque que él supiera, no había vuelos programados. Penniston les preguntó a si habían oído algún tipo de explosión. A lo cual Steffens le aclaró que no. Que aquello no había chocado ni explotado, sino que había aterrizado. Tampoco les había parecido un helicóptero. Tras dar vueltas a esas ideas, Borroughs acabó diciendo: Creo que un OVNI acaba de aterrizar en el bosque. Jim Penniston decidió entonces llamar al Sargento Mayor Chandler, en el CSC, pues él era el jefe de vuelo de las bases gemelas de Bentwaters y Woodbridge. Descolgó el teléfono de la garita de la puerta y a los pocos instantes tenía al aparato al Sargento Mayor Chandler, al controlador Sargento Coffey, al Sargento de comunicaciones Dillard, y al teniente Buran, comandante de turno esa noche. Considerando improbable la veracidad de que aquello simplemente hubiese "aterrizado", les planteó que sospechaba que un avión había caído en el bosque, y solicitó autorización para ir a investigar. Chandler le pidió que esperase mientras realizaban algunas comprobaciones. En breve, Penniston recibió la información de que no había previsión de vuelo de aeronaves en la zona, y todos los aviones de la base estaban en tierra y contabilizados. Coffey añadió que la torre de control de Bentwaters había contactado con la base del ejército inglés de Bawdsey, a unos 12 kilómetros, y que en su radar habían situado momentáneamente una señal no identificada a unos 4 km de Bentwaters, pero que habían perdido contacto con ella hacía unos 15 minutos, cerca de la base de Woodbridge. Menos de un minuto después, el teniente Buran recibía permiso del Puesto de Mando y del comandante de la base, el coronel Ted Conrad, para investigar lo que oficialmente podría ser un avión que se había estrellado en el bosque de Rendlesham. Penniston sacó su cuaderno y anotó la hora: 12:20. En ese momento llegaron a la puerta Este el sargento McCulley y los aviadores O'hare y Cabansag Penniston tenía orden de llevarse a dos hombres, uno de ellos policía. Ante las evidentes pocas ganas de Steffens de volver a internarse en el bosque, Penniston seleccionó a Burroughs y a Cabansag. Como no eran necesarias las armas en caso de accidente, para evitar la violación de los acuerdos con Gran Bretaña, dejaron sus revólveres bajo custodia de McCulley y Steffens. Los tres hombres subieron en el Jeep y se adentraron en el bosque y a medida que se iban alejando de la base, apreciaron que la señal de la radio se debilitaba. Lo achacaron a la atenuación de la señal por la distancia, los árboles y las condiciones atmosféricas. Las luces continuaban en el bosque, y sabiendo que llegar hasta ellas en el jeep sería imposible, dejaron el vehículo en una zona de campo abierto en la que podrían situarse también los equipos de emergencia cuando llegasen. Se habían alejado unos 700 metros de la puerta este de la base. Penniston comunicó por radio con el CSC, para concretarles la zona donde debía ser ubicado el puesto de control de entrada de los equipos de emergencia, y la zona donde parecía encontrarse el avión accidentado. Burroughs seguía refunfuñando diciendo que aquello no era un avión. Cogieron las dos linternas y la cámara fotográfica del kit de accidentes del jeep. Burroughs se quedó con una linterna, y Penniston con la otra y la cámara. Habían avanzado unos 250 metros cruzando el campo abierto desde el lugar donde habían aparcado, y faltaban unos 50 para llegar a la línea de árboles donde comenzaba nuevamente el bosque donde se veían las luces. Burroughs iba murmurando sobre el movimiento de las luces, que parecían deslizarse entre los árboles. Penniston estaba indicando que probablemente sería un efecto óptico debido a su propio movimiento cuando la radio volvió a emitir interferencias. Jim contaba con que esto podía ocurrir, y sabía que tendría que dejar allí a uno de los hombres para hacer de radioenlace, pues la distancia con la base era mucha para sus sencillas radios motorola. Cabansag era el novato y tenía menos experiencia, así que fue enviado de vuelta al jeep para ejercer de enlace de comunicaciones. Le explicaron que, si la señal se volvía a debilitar, debía notificarlo para que Burroughs se quedara como siguiente radioenlace. Si había que seguir más allá, la comunicación ente Burroughs y Penniston tendría que ser la que alcanzara su voz, pues no tenían otra radio operativa. Antes de continuar, el Sargento tomó nota de la hora y de las decisiones que había tomado. Los dos hombres continuaron hacia los árboles, y una vez que se adentraron en estos, avanzaron separados unos 5 metros para abarcar más espacio. Entonces comenzaron a tener una sensación extraña. Como si el ambiente estuviese cargado de electricidad estática. Con el vello y el pelo erizados, y con una sensación de hormigueo en el cuerpo. Calcularon que la luz se encontraba a unos 400 metros. Una especie de "efecto de distorsión en el tiempo", como si fuesen caminando en el agua, como si estuviesen desorientados, fue haciéndose cada vez más fuerte. A medida que avanzaban la intensidad de la luz iba aumentando, hasta el punto de tener que entrecerrar los ojos. Dentro de la gran luminosidad blanca amarillenta, había puntos rojos, naranjas y azules, que se movían, se paraban, parpadeaban, … No había ruidos, salvo los de los animales del bosque, que parecían especialmente agitados, como asustados por algo. Entonces escucharon pájaros alzar el vuelo, y el suelo vibró levemente. Ciervos y otros animales escaparon en dirección contraria a la que ellos avanzaban . Era la 1:00 y se encontraban a unos 50 metros de su objetivo. Parecía haber una especie de cúpula luminosa de un blanco cálido, con una luz roja encima y una luminosidad azulada por debajo. A medida que avanzaban parecía que la luz se atenuaba o se acostumbraban a ella, y pudieron ver que formaba una especie de burbuja que rodeaba un objeto oscuro que se encontraba sobre el suelo. Ya comenzaba a ser evidente que Burroughs tenía razón y aquello no era un avión estrellado. Aun así, este no hacía más que repetirlo, y maldecía en estado casi de pánico. Penniston transmitió todo esto a Cabansag pero la comunicación no era fácil, estaba llena de ruidos de estática y pareció que finalmente se perdía. Pensando en el estado de pánico del aviador y en que acercarse más implicaría la pérdida total de la señal de radio, le dijo a Burroughs que se quedara adonde estaba y continuó avanzando. Quién sabe si porque no entendió lo que le decía, o desobedeciendo una orden directa, continuó tras él por un terreno cada vez más irregular. Estaban atrincherados en una zanja, cuando Penniston tomo el rostro ausente de Burroughs entre sus manos y le dijo: ¡Quédate aquí, necesito el enlace por radio! Avanzó todo lo discretamente que pudo, hasta que se halló a unos 5 metros de aquello que venían buscando. Era efectivamente un objeto oscuro rodeado por una burbuja de luz. La presencia de Penniston debió tener algún efecto en él, pues repentinamente se iluminó con un fuerte destello, que hizo que instintivamente ante el riesgo de una explosión, Jim echase cuerpo a tierra en una zanja a su lado. El cegador destello, tal como vino, se fue, y abrumado, Penniston se levantó y salió de la zanja y se acercó al objeto, entrando en el interior de la cúpula luminosa. Entonces, al cruzar esa especie de campo de energía, pudo ver claramente lo que había en su interior. Una nave con planta triangular, negra, con distintas luces que se movían y desvanecían bajo la superficie. De unos 3 metros de largo y algo más de dos metros de alto. En su parte superior, de formas redondeadas, tenía una especie de saliente, como si fuese una especie de "aleta dorsal" Dentro de la cúpula, que se extendía unos 3 metros alrededor del objeto, no se escuchaba ningún ruido. Miró hacia el exterior y pudo observar a Burroughs, que se encontraba de pie, junto a la cúpula, con la mirada perdida en el frente los brazos caídos a los lados del cuerpo e inmóvil. Le llamó, pero este no reaccionó a los gritos. Penniston desconocía si era consciente o no, o si se encontraba paralizado por el miedo o por algo externo. Pero temió que, si esa inmovilidad era fruto de algún tipo de defensa por parte de aquel objeto, quizá él podía acabar en el mismo estado. Apartando esto de su mente, se centró en su misión, en pos de la defensa de la seguridad de la base. Intentó comunicar por radio, informando de que aquello no era un avión estrellado, pero no obtuvo respuesta. En realidad, estaba solo ante el peligro, pues según el protocolo, hasta que no pudiese confirmar si aquel desconocido objeto suponía una amenaza en sí mismo o simplemente era un señuelo destinado a distraer la atención lejos de la base, dejándola vulnerable, el centro de control no movería ficha. Volvió a centrar su atención en aquel extraño objeto y en la extraña danza de luces de colores que parecía sucederse bajo su lisa y negra superficie. El efecto de aquellas luces podía compararse al de las lámparas de lava. La intensidad de la cúpula luminosa parecía que iba suavizándose, pero no era fácil saber de dónde provenía esa luz, pues aquella supuesta nave no tenía ningún tipo de foco exterior. Recordó que llevaba consigo la cámara de fotos cargada con un carrete de 36 imágenes en blanco y negro. La sensación de efectos electrostáticos, de distorsión temporal y de amenaza no cesaban. De hecho, empeoraban. Por lo que imprudentemente, con el deseo de acabar con aquello lo antes posible, disparó toda la película. Tras acabar con el carrete, guardó la cámara en su bolsillo y sacó su cuaderno y su bolígrafo para tomar notas. El espectáculo de luces en el interior del objeto también iba cesando, así que podía observar con más detalle la superficie de aquella máquina. Brillante, lisa y suave, reflejaba lo que la rodeaba como un espejo oscuro. Tenía bordes redondeados y pulidos. Aquello, lo que estaba viendo, todas esas sensaciones que le provocaba: Esa especie de carga electrostática en el ambiente. Esa sensación de que el tiempo se arrastraba lentamente en lugar de discurrir con normalidad, y que hacía que cualquier movimiento fuese toda una odisea. Todo era tan irreal que no tenía forma de aplicarlo a nada reconocible. Dirigió su mirada a Burroughs, pero ya no estaba, o por lo menos él no lo veía. Quizá se debiera a que la luminosidad que el aparato emitía a su alrededor había disminuido y su compañero había quedado en penumbra. Entonces sintió que la sensación de distorsión temporal también iba cesando, y moverse le costaba menos. Además, el movimiento de luces bajo la superficie del objeto se había paralizado. La especie de cúpula que rodeaba el objeto seguía ahí, y la sensación de silencio también. Pero daba la impresión de que aquello que tenía toda la pinta de ser una nave, se estuviese apagando. Penniston se concentró nuevamente en la estructura del objeto. Se agachó para intentar ver su parte inferior, y no pudo observar nada equiparable a un tren de aterrizaje. Tampoco encontró elementos como salidas o admisión de gases, ni puertas, ni elementos de control de la navegación como flaps, timones, … Ni siquiera un triste remache o tornillo. Simplemente era incapaz de definir como estaba construido aquel objeto, ni mucho menos como se había propulsado hasta allí. Lo único que le resultaba vagamente familiar era un olor como a metal caliente. Aunque por el tamaño del objeto, supuso que no estaba tripulado, pues era bastante más pequeño que cualquier aeronave que conociese, intuyó que había una inteligencia detrás de él. ¿Cómo si no, se había movido entre los árboles consiguiendo aterrizar sin sufrir ni un solo arañazo? Caminando alrededor de aquella aeronave también dirigió la mirada al exterior de la burbuja, y en la penumbra pudo ver que la silueta de Burroughs seguía allí. Congelada. Entonces, tras reunir el valor suficiente, decidió adelantar una mano y tocar aquel artefacto. La superficie, era lisa y dura como el vidrio. Y al pasar los dedos sobre ese material, sintió una suave y constante descarga eléctrica que le subía hasta el antebrazo. Una corriente que volvía a general efectos electrostáticos en su ropa y sus cabellos. La temperatura era cálida, unos 5 o 10 grados por encima de la temperatura ambiente. Viendo que no ocurría nada grave, apoyó la segunda mano, y trató de empujar el objeto, pero era pesado, y no se movió. Ante esto, se volvió a agachar para revisar con más detalle la parte inferior de la supuesta aeronave. Como antes se había percatado, no disponía de tren de aterrizaje. Pero se dio cuenta de que contaba con algo más alucinante. Observó que había tres marcas que hendían el suelo justo donde unos rayos de luz que salían de la base del objeto incidían en la tierra. ¿Acaso estaba descansando el peso de aquel artefacto sobre tres haces de luz? Lamentó haber gastado todo el carrete fotográfico en tomas generales de la nave, pues aquel detalle bien merecía la pena ser fotografiado. Probó a intentar un nuevo contacto por radio, pero fue imposible. Tras esto, se percató de algo de lo que no se había dado cuenta hasta el momento. En el lado izquierdo, al frente del objeto había unas marcas. Dadas las circunstancias se hubiese alegrado de identificarlas, fuesen de la NASA, de las fuerzas aéreas inglesas, o incluso de las rusas… Pero no. Aquellas marcas no le resultaban conocidas, y ni siquiera eran letras. Se trataba de una hilera de 5 símbolos, que ocupaban un espacio de unos 60 cm de largo por 8 de alto, y un símbolo suelto, más grande, sobre esta línea. Aunque a un primer vistazo le recordaron a jeroglíficos egipcios, se dio cuenta de que tenían un aspecto más moderno y técnico. Pero le resultaban indescifrables. Nuevamente, lamentó haber desperdiciado el carrete fotográfico, y se dispuso, intentando controlar el temblor que le provocaba el nerviosismo, a copiar en su cuaderno aquellas inscripciones grabadas sobre la superficie del objeto. Tras dibujarlos, miró su reloj y vio que marcaba las 2:30. Sintió confusión. Tenía la sensación de que llevaba 20 o como mucho 30 minutos revisando aquel artefacto. Pero según su reloj habían pasado una hora y 15 minutos desde la última vez que lo había mirado. Nuevamente acarició la superficie de la nave. Quería comprobar la textura de aquellos símbolos. Tenían el mismo color del resto de la superficie, y entendió que por eso no los había visto antes. Pero al tacto se veían como grabados. Con un relieve áspero, como de lija. Repasó con los dedos los trazos que formaban los símbolos. El primero una especie de yunque de herrero. El segundo recordaba a una especie de silueta de pájaro. El tercero recordaba a dos tés colocadas una encima de la otra, y sobre estas, otra línea vertical coronada con un triángulo. El cuarto podría representar una figura antropomorfa. El quinto y último de la fila se veía como el perfil de un cubo con una especie de cúpula en su parte superior.